En el momento que pedí auxilio escuché un leve eco en el fondo de la Hoya, en los huecos de los estanques, solo acongojado seguía esperando al primero que llegara como un ángel de la guarda, en la espera poco a poco me fui acercando a él, quería verle un solo movimiento, estaba asustado, dándome cuenta que volvía a mis primeros tiempos viendo el camino de tierra, el repechón saliente que servía de asiento a los mayores, tras la pared de la finca de plataneras de Don Pedro Cabrera hoy donde esta la Iglesia, por la parte de abajo las plataneras de Dieguito, las de Antoñito el mudo, las de Sinencia y su marido Juan el sincero, las de Pepito Castellano hoy de su hijo Ignacio y parte del resto que llegaban a mi casa.
La casa y tienda de Antoñita María era la mas cerca del lugar, en aquel solar junto a la casa llegué a ver la burra de Juanito Sánchez, la que cargaba de lecheras desde el Barranco de Lezcano, escuchando los ladridos de perros cercanos a una higuera como si estuvieran guardándola, eran los perros cazadores de Ramón el Lechero, la acequia conocida por la de Cabrera susurraban las aguas al bajar, rompiendo el silencio, que pegaba a la casa de Miguelito el Zapatero, con su pendiente escalera, pues en el Lomo Chico no existía ninguna casa a mano derecha que sobresaliera del camino en todo su recorrido, era una balconada al mar y las casas mas bajas de nivel.
Todo lo que me estaba sucediendo era cuestión de segundos, mi mente llegó a la bajada de Rodadero recordando al accidente mortal del conocido Viejo Blanco padre de Tonono y hermanas, dando vueltas corriendo como un desesperado, en mi regreso quería tocar en cualquier casa, pero la mas allegada familiarmente era la de Laureanito Lezcano, donde llegué a ir a la escuela, en ese momento que intento llegar, al solo dar dos pasos de la victima, apareció como si estuviera tras de la pared un joven que en la nebulosa de la noche, con el nerviosismo no lo pude rápidamente identificar, me daba cuenta que mi vista estaba también nublada, al acercarse, me di cuenta que era Acaymo, al verme solo decía ¡que pasa, que pasa! que hay un hombre tirado, ¡quien es Dios mío! llegando rápidamente a su cuerpo, él trataba de reanimarle mientras mi corazón palpitaba, el tiempo parecía hacerse largo pero todo fue rápido, Acaymo exclama con alegría, ¡está vivo, está vivo¡, estas palabras retumbaron en el silencio de la noche, ante el auxiliante y el testigo.
Acaymo ayudando al desconocido
Sorprendentemente en mi alegría, mi mente regresó pensando en ese momento que el que estaba tumbado y mal herido era yo, en mi cuerpo sentí un escalofrío, paralizado volvía a mirar recibiendo la imagen como la de un espejo, admiraba la valentía y actuación de mi amigo Acaymo, miraba al cielo y lo sentía en aquel momento como mi ángel, este ángel me llamaba y pedía ayuda para ponerlo en pie, y con dificultades sin heridas graves dio silencioso los primeros pasos, Acaymo mirándolo decía ¡Quien es este hombre que no responde! tratando de sentarlo y apoyarlo en el muro.
Para los dos, la luz del cielo se encendió, la de la calle como si fueran antorchas a falta de combustible volvieron a irradiar, esa fue nuestra impresión, mientras tratamos de identificarle de una forma mas tranquila.
CONTINUARÁ EN EL TERCER CAPÍTULO
Tino Torón
Comentarios
Al primero por transportame a mi TENOYA DE AYER, y a la que sigo añorando; y a ACAYMO por ser un ejemplo a seguir, y por todos los servicios que aportar a la comunidad de Tenoya.
Felicidades a ambos.
He vivido tus experiencias y vivencias en el Lomo Chico y los alrededores como si yo hubiera estado allí. (Aunque en realidad quien estaba era el ...NO SE SABE, y por supuesto tambiém aparece el puntal que está haciendo que año tras año esta tradición desaparecida durante años, se haya rescatado .... ACAYMO)
Gracias de nuevo y enhorabuena por un lado a Acaymo y por otro a tu escrito, ya que has conseguido hirvanar... (¿era tu madre costurera?) una historia muy cercana y vivida pot muchos tenoyeros.
L.L.
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