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Fue una noche recién entrada la Primavera, cuando me imagino estar sentado en uno de los bancos del Parque Municipal Alcalde Juan Machado junto a la Iglesia, mientras el reloj de la torre camina silenciosamente para despertar a las seis de la mañana, en el silencio de la noche fresca observo el cielo gris oscuro cubierto trasmitiéndome tristeza, como si cubriera la misma realidad de la Semana Santa, que se celebra estos días, bajo ese manto que abarcaba mi vista en mi alrededor me vienen los recuerdos del pasado trasladándome desde que era niño, me veo que me cruzan la calle para llegar al Lomo Chico bajando aquel camino bacheado de tierra para llegar a la escuela de Celeste Lezcano, donde en el pupitre aquel de la entrada guardaban las cartas del servicio de correos en aquella época, quedaban recuperados, aun mis recuerdos de escuela.

Desde ese recorrido interior, que guardo en mi libreta, con borrones y letras dibujadas llena de correcciones magistrales de la querida e inolvidada Maestra, vuelvo a la orilla de la carretera llegándome todos los ruidos, olores, sabores  y vivencias del pasado, volviendo a revivir parte de mi vida de una manera pasajera, sin pararme si quiera en detalles, iniciando el recorrido caminante desde la tienda y bar de los Cardonas donde existía un surtidor y en otro extremo la carnicería de Salvador Amado, de la Santidad, casada con una vistosa Tenoyera hija del Coronel, personaje de historia y leyenda como tantos en la vida de nuestro Pueblo, recorro el camino de regreso pasando la casa de Manolito Viera, con un muro y pretil en aquellos tiempos que podía saltar a la azotea el que quisiera, entre los verdores a orillas de flores, parrales, higueras, tuneras taráhales y las plataneras que desde allí llegaban al mar  cambiando  su manto verde de nuestro valle por el azul del cielo y el mar, bajo la carretera  surcan a su vez en su trasera un caminito llegando a las casas traseras, desde la muralla destaca acurrucada la Ermita, me paro, jugueteo recordando mi vida rica y religiosa  con las todas la gente que frecuentaban sus calientes bancos hoy fríos, de una época no muy lejana, me destacan las dos araucarias de Don Nicolás que como timones parecen que navegan en el mar, velas verdes flotan y  miran en la mima noche la costa y el mar, como si quisiera navegar y despedirme é ir a vivir a otro país, dejando la mirada atrás.

 

En ese mismo camino observo en lo alto la finca de Curbelo, en ese pared donde el Tabano amarraba el burro, ya descargado de pan traído de Arucas  camino a su Pueblo natal, pues tenía su aposento en anteriores épocas en el sótano de su casa  donde guardaba el burro hoy propiedad de Laureano Lezcano,  a la que le he oído decir la Casa Vieja,  este panadero persona muy ocurrente y trovador que acompañado de su mujer de tamaño mas bien pequeña cargaba una gran cesta tapada con un limpio mantel rozaba los callejones estrechos, cuando llovía o hacía sol, ni el agua la mojaba y la sombra la cobijaba, descargándose con alegría y gracia, en sus pasos por las casas en su largo recorrido, daba la bienvenida al día a la gente, escuchándose  ¡ya llegó la mujer del pan¡  Bajo esa pared y explanada salían de sus protegidos agujeros de tajamientos, que protegían las plataneras, los variopintos geranios  que colgaban como cortinas haciendo unos encajes naturales de gran belleza, en su recorrido y en esos mismos pies había un bonito y cuidado jardín desapareciendo en mi época de juventud, quedando el espacio abandonado y desolado para hoy volver un poco mas decente, lugar  ocupado con el Monumento al Maestro que continua con el Monumento al Pocero donde había un garaje y posteriormente paraba el taxi de Manuel Pablo.

Hoy al pasar por la orilla de la carretera, solo se oyen mas bien los ruidos de  los coches que pasan uno tras de otro en ambas direcciones, pero en esta misma soledad, me vienen los golpes continuos de los zapateros Manolito el Cojo, hoy el cuarto desrumbado y Manolito Viera separados a pocos metros, los dos trabajaban formando una música peculiar a veces era como el canto de los gallos contestándose, cuando uno martillaba el otro paraba, momentos de casualidad, el olor a la suela en remojo en las bandejas de madera que dejaban un tinte color vino que lanzaban en los aires en cualquier lugar aparente, unido a la anilina, cera para endurecer los hilos de las costuras,  en un rincón tongas de zapatos, unos a un lado arreglados y remendados, otros en el otro a la espera, también a su vez se olían los sudores embriagantes de los zapatos usados. Habían en las zapaterías, asientos, unos de madera ya enranciada y hasta troncos de palmeras cortadas a medidas, e incluso en el escalón de la entrada, el espacio era pequeño con la ocupación de las máquinas, mientras ellos medios curvados hechos por sus poces trabajaban con  sombrero del traer, sus gafas color caramelo sostenidas en la punta de la nariz  y delantal de suela que al colgarlo se quedaba yerto de pegues y ungüentos, otros charlaban  hasta que llegara la hora del medio día y llamaba al pisco de ron ya que lo mas cerca era la tienda de Evangelina y sin caminar mucho los bares continuos de los alrededores, pues donde hoy esta la alfarería de Rafaeli conocida hoy esta industria por la Casa Vieja estaba el bar de Angelito Sánchez mudado posteriormente a la casa de Juan Fernando, sin olvidar el Cine de Manrubia.

En esta misma fila de casas, estaba la Barbería de Manolo Viera, un personaje servicial,  solteron y muy  querido y conocido incluso por los pirateros y coches de paso, era muy mañoso, tanto ponía una inyección, sacaba alguna muela,  como hacía una instalación eléctrica de los tiempos de antes con los cables de tela trenzados con unos bornes de baquelita como botones que le servían de sujeción y llaves sobrepuestas de media vuelta, con un simple portalámparas donde enroscaban el bombillo.

La famosa barbería daba con la zapatería, conectada con una puerta interior, el padre lo controlaba y se escuchaban los reproches  y rezongos con su hijo, recuerdo que los pisos eran de madera y los pasos y ruidos se transmitían como tambores hasta que llegó una época y se pusieron de cemento, no tenían agua y había un pequeño lavamanos donde el agua venia de un pequeño deposito que colgaba al exterior y que reponían con cacharros, a primera hora o en el invierno el agua era muy fría sobre todo para el que se afeitaba tanto es así que la piel se endormía …allí llegaba el periódico para el pueblo todos los días y al pasar el coche de horas lo botaba andando a veces rebotando.

Hablar de Manolo Viera y de su hermano Faustino, totalmente diferente y con menos historia, añadiendo los barberos aprendices que por allí pasaron y anécdotas, es un largo tema, solo tengo que añadir que era devoto a la Virgen de la Encarnación, en todas las procesiones era el primero tanto otro que no podemos dejar atrás, José el Monguis también barbero entre otras variadas actividades, eran dos celebres cortejanos aun recordados.

Quiero salir de aquí oliendo a polvos de talco, fijador, jabones, colonias  y el famoso “Floyd”, mientras escucho los niños en la escuela, al pasar en horas de clase llegando el recreo y de repente se oyen voces unidas, no hay ni un niño que calle, un verdadero jolgorio en aquel lugar donde se alzaban tres esbeltas palmeras que se balanceaban en los aires alegremente en su bailoteo según los aires, algunas con dátiles que hasta verdes se los comieran, éstas cortadas por el peligro y los cuidados jardines donde los maestros plantaban productos hortícolas el cuarto de los aperos y el del queso de bola, la mantequilla  y la leche en polvo, con este sabor tengo que salir a la bocanada de la pendiente del Molino, en aquel tiempo de tierra, recuerdo como los niños salíamos por aquella entrada, puerta central adornada con cabezas de tachuelas forjadas, y en su espadaña una cruz, salíamos como ranchos de ovejas todos juntos jugando y repartiéndonos en el camino, no habían tantos coches, veo y escucho pasar aguas por las acequias recordando cuando en las plataneras de Mastro Daniel metíamos las manos entre el tajamientos para mojarnos, y no paso por alto la Caja del Agua que atravesaba parte de la bajada, quitada para el ensanche de la calle, pero vamos a dejar los limos aquí  que vendrán a buscarlos para estiércol.

Desde las cinco de la mañana, nada más encender los dos bombillos, el celebre loro, gracioso, pillo, roncoso y majadero que vino de la Finca el Provisor, los niños al pasar lo hacían roñar…  despertaba abriendo el bar  Juan el de Pina Molinera y de su hermana Luciana, famoso por sus cafés, allí antiguamente era la parada de los piratas y coches de hora, también Juan Santana, Mendoza y Manuel Pablo en la pendiente del Molino paraban sus taxis, mientras en la acera estaba el surtidor, parando a coger gasolina, mas tarde tenía el reparto de bombonas…, pero bueno, los olores a café y a coñac en la primera hora, embalsamaba al que pasaba, mas el meadero en aquel interior con aserrín en el suelo como si fuera una cama donde se echaba una cabra, dos hierros al exterior daban salida a los olores del líquido vinagre humano, al llegar la hora sobre todo de la tarde el pesebre  (mostrador) estaba todo lleno y  algunas mesas de juegos ocupadas, mas en los bailes donde acudían ayudantes voluntarios  de confianza, este bar en su historia,  ha pasado por diferentes arrendatarios.  

También el bar de su hermano Antonio “El Bar la Vuelta “ conocido después por la viuda “Bar de Nicolasa”  afortunadamente sin ningún incidente, pues nada mas pisar estaba en la carretera y mas de aquellos que de la muralla lo cruzaban corriendo llamados por el pizco, tengo que nombrar que fue el primero que vendía polos de hielo teñidos de fresa, vainilla, chocolate, limón  … ya me entienden.

Mientras sigo sentado, aparentemente en la noche, con la luna media escondida, veo como algunos coches paran en el semáforo curioseando en ocasiones, viendo a este hombre pensativo que mira aparentemente con vista perdida, pero que lee parte de su libro, miro a mis pies y me veo pisando en lo que fue la Sociedad tan famosa de Tenoya, aquella que marcó una época en diferentes actividades, desde cine, teatro, comedias, Iglesia provisional … y centro y paseos domingueros en los alrededores de jóvenes. Me contó mi padre, que allí hubo una carpintería, comprándole las herramientas a Don Pedro Cabrera.

Este recinto daba en aquel entonces  al almacén de plátanos, donde entraban camiones con racimos desnudos y salían vestidos muy bien empaquetados con arte, todos en sus funciones, cortando, limpiando, envolviendo mientras se oían rumores en el trajín de los  trabajos, al otro lado de la Sociedad, lo separaba la entrada trasera del almacén, hueco donde había espacio para la camioneta de los Yanes y una ventana de la cantina de paredes anchas sirviéndole de pollete,  también por allí despachaba a jóvenes no socios, (al dejar esta almacén otros usos tuvo y tiene al día de hoy)

La Sociedad cambió de destino a la casa hoy de Juan Fernando, un balcón central y alargado con cuatro elegantes puertas como pórticos dan al frontis, en el lateral  dos puertas y  dos ventanas laterales daban al Morro Cangas, en épocas de bailes, se oían en los alrededores hasta bien avanzada la noche de la época (hoy trasladada a la situación actual)

No quiero irme a dormir, mis sueños son interminables y no quiero dejar atrás la casa quemada, casa de Manolito Guerra, donde tuvo una tienda y mas tarde José Macias,  por último la casa era conocida como la de Toribio y luego por la de Felisa, a quien visitaba con frecuencia su hermano Higinio, a Felisa al pasar, la veíamos asomada a la ventana.  Hoy desde la calle le quiero recitar:

Felisa está en la ventana
Felisa quiere ver pasar
a su Virgen, a su gente

Felisa llora de alegría
Felisa llora de emoción
sus lágrimas son benditas
viendo a la Virgen de la Encarnación

Hoy Felisa no está en la ventana
ya está con Dios
la Virgen al pasar
se entristece de dolor

Y de bien es sabido que lágrimas derramó y que no solo la Virgen le hecha de menos, si no el Pueblo que la conoció.

Hay muchas en el Pueblo que la Virgen al pasar se agarran a su manto siguiendo tras de ella sin que los demás nos demos cuenta.

Allí en esta casa, vi vivir a Caballero y familia, una hermana se casó con Manolo Ramírez, el que falleció hace muchos años, era nieto y nieta de Mastro Antonio Henríquez, un escribiente adelantado que hacía de notario en particiones y ventas, a Vicente Guerra su mujer y dos hijos varón y hembra, a Rosarito mujer del Manuel Guerra, su hija Alfosa casada con Toribio con sus dos sobrinos, a Sarito la Peluquera, que tenía la peluquería en el cuarto del piso bajo donde Andreita tenia una tienda, llegando a comprar, y la Carnicería de Isidoro.

Hombre que nos encontramos en el Lomito de Tenoya, se le ha difuminado la cara para mantener su anonimato

Al estar tanto tiempo sentado, solo en todo ese tiempo no pasó nadie a mi lado, el bar ya estaba cerrado y solo un gato que encariñado se quedó un rato a mi lado, siguiendo mas tarde su camino, camino que después de tanto rato me levantaba del lugar totalmente acompañado en mis recuerdos,  siguiendo mis pasos para llegar a mi casa a la que divisaba a pocos pasos, pero al llegar a la bajada el Lomito Chico miro hacia abajo como una mirada de costumbre y a pocos metros ya entrando en el rellano de la casa de Juan Fernando me sorprende ver un cuerpo tendido en el suelo, sirviéndole de almohada la poca acera, en ese instante me quedé parado, me vino a la mente muchas cosas, si era una persona bebida o que le había pasado algo, miraba a todas partes, quería desde la distancia conocerle, estaba bien vestido, ropa casi nueva, la hebilla del cinto plateada le brillaba, el sombrero semi caído sus pies girados por el peso de los zapatos, un cuerpo totalmente inmóvil, me daba lo mismo quien fuera, tenía que ayudarle y en ese instante en la noche solitaria y silenciosa di un grito entristecido y apagado de auxilio.

CONTINUARÁ EN EL SEGUNDO CAPITULO

Tino Torón

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Comentarios   

+1 #3 Lalo Lezcano 14-05-2011 21:57
Estimado Tino, quiero también darte las gracias, porque también a mi me has hecho recordar mis años de infancia. Los primeros años de escuela, mis primeros maestros, (don Manuel, don Teófilo, don Juan,...) como nos espichábamos los chiquillos en los camiones que subían por el Molino para llegar antes a las Cuatro Esquinas, Aquellos años de lucha por que se hiciera un paso de peatones después de una desgracia... Las tapas de calamares y bizcocho del bar de Nicolasa, parada ineludible de mi padre, cuando subíamos de las fiestas en la Plaza... La verdad que en la actualidad es como impensable que en tan corto trayecto de carretera pudiera haber tanta vida social... en fin, gracias de nuevo Tino.
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+1 #2 Miguel Angel Santana 10-05-2011 18:11
He visto el agradecimiento de Pepe Esteban y no he podido dejar de sumarme a él. Soy un tenoyero en Cádiz y de vez en cuando entro en tu página y me emociono mucho el tener noticias de nuestro pueblo, de ver fotos de mis padres y de vecinos de Tenoya. Gracias.
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+2 #1 Pepe Esteban 09-05-2011 11:40
Estimado amigo Tino Torón:
No sabes como agradezco, la lectura de tus articulos, recuerdos y fotos.
Esta vez y bajo el titulo Ocurrio en Tenoya...., me has hecho recordar a mi Tenoya de ayer.....y no he podido por ello dejar de recodar llegando incluso a EMOCIONARME... por todo ello te doy una vez más las gracias por ser como eres, y dejar un legado a todos los Tenoyeros. Gracias.
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