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Hoy me vuelvo a sentar en el banco del algarrobero, conocido por el farroguero, aquel legendario árbol que dio nombre al lugar, conociéndose por aquellas generaciones sin hasta hoy borrar su nombre.

Al subir o bajar el callejón, a la altura de las Caballerías y a mono izquierda bajando, lo encontrábamos fuerte y seguro, hasta que un día fue cortado, como así  desapareciendo unos bancos de piedra al adecentar el callejón para el paso de vehículos, en este lugar era frecuente ver gente sentadas a la sombra bajo de él y junto a la cantonera donde pasaban las aguas, todo un murmullo que acompañaba, también los niños íbamos a coger algarrobas, conocidas y mas llamadas farrogas.   

Los bancos que nos quedan se escoran en la puerta central  de la casa de Los Lezcanos, hoy de Don Nicolás Díaz de Lezcano-Muxica, conociéndose por las casas de abajo por existir otras en la Plaza, adjunta al Trapiche.

En el silencio que impera hoy, mirando al manto del Valle hasta llegar al mar, la vista se me une al cielo, llegando mis recuerdos de niño, sintiéndome caminando en aquellos caminos, veredas, barrancos, rincones que nunca he olvidado, entre ellos llegar aquí acompañado con otros niños después de la salida de misa a ver las gacelas, pavos, patos, caballos, palomas, gallos… (un verdadero zoológico), este lugar ha cambiado, la casona estaba ocupada en sus tiempos por los Lezcanos, Don Nicolás me cuenta que en tiempos de sus abuelos y familias se sentaban todas las tardes en este antes mágico lugar, como sería cuando me dicen que existía un parral que en tiempos de su frondosidad  lo techaban, no traspasaba el sol ni la luna en las noches  convertido en un verdadero túnel, me imagino que la luz le entraba por los laterales, pues no estaba vallado con hoy día y como sabemos, Tenoya estaba llena de plantaciones vinícolas tanto es así por la existencia de lagares y las huellas de los últimos que han quedado como testigos.

En esta casa en mis tiempos y que recuerde llegué a ver viviendo a Ignacito que era mayordomo, mas tarde le sucedió Manuel, conocido por el bandeja, Luis de Cardones casado con una tenoyera y Juan el último al abandonarse la finca. El lugar ha cambiado bastante, desde su mismo firme artesanal de callados, muros levantados  y otros nuevos han ido vallando las propiedades sin olvidar la verja de baja altura donde Don Nicolás padre tenía el que llamo el zoológico ya nombrado.

Solo quiero escribir lo que se mantienen en mis recuerdos dentro de este rincón y lugar, yo tuve la suerte de cobijarme bajo la sombra de este ejemplar algarrobero y coger vainas de sus frutos y el olor de los frutales de toda variedad que existía hasta las orillas del camino, sobre todo parrales, higueras, nispereros, naranjos, granillares, creo que solo existe uno por esta zona, el de la finca del Inglés, dentro de la finca de Don Miguel Armas Medina, conocido por Don Miguel el Negro por su tez morena, aun se mantiene la casa de dos pisos, pasando por herencia a su yerno Horacio que se la vendió a Don Rafael Morales Oliva que fue cuando veíamos en su explotación a Carmensa la del Moñigal, esta casa  hoy reformada con algunas modificaciones por el actual propietario Don Cremades García, finca que conocí en tiempos de Don Miguel a Rafael Afonso que por cierto le conocían por Rafael el Negro también por ser moreno, yéndose a vivir a las cercanías de la Plaza  de la Ermita lindante con la casa conocida por la tienda de Nana, hoy solo vive su hija, él era amigo de mi padre, cazador, pescador, buen maestro de obras  y muy manitas y bromista al que conocí, apreciándonos mutuamente por coincidir en nuestras inquietudes, aprendiendo este cuando joven de un  mayor.

Esta finca que perteneció también a los Lezcano, existía un estanque de barro, donde los niños y jóvenes iban a jugar, se podía entrar por diferentes sitios, desde el mismo callejón ó por la misma Plaza  entre el Trapiche y la casa de Maria Luisa la casa de la cruz, esta bajada esta cerrada al comprar Don Nicolás Díaz esta propiedad uniéndola. En ese campo nunca llegue a jugar pero si vi su existencia, debajo de la plaza se instalaron cochitos y atracciones en esa zona y por que no decirlo, bajo esa muralla antes era lugar de meaderos masculinos en fiestas.

Bajar o subir en mis tiempos por este Callejón que partía desde la Plaza  o también se comunicaba por la bajada a Casa Ayala, uniéndose en forma de T, por un lado la casa también de los Lezcanos conocida por la casa del cura,  hoy de la viuda de Andrés el de la Hoya  y por el otro extremo la casa de Pulido y en la esquina y en frente la de Concha y otra esquina del Callejón la de Manuel Catalá y familia donde llegué a ver viviendo a Pepito Acosta hoy ocupada y reformada y de dos pisos  por otros propietarios.

Me lo contó Fernando Falcón, el Arriero que vivió en la Placeta que un día al bajar el callejón  el camello de Antoñito el Pinto el majorero y corcovado al oír las campanillas de los camellos, Manuel dijo a su madre,  ahí viene padre Dios y la madre salió al callejón poniéndose de rodillas, la madre tras el descubrimiento corrió tras del él, otro día de madrugada vieron a una mujer vestida de negro que venía con de fuente con un cacharro a la cabeza y al verla le dijeron, ahí viene una bruja y al conocerla  bruja la dejaron y canto: Por la choza de Marcial viene subiendo la mula Marcelina, aflojándose la muy cochina, y tantas anécdotas mas y miedos.

Evita Domínguez hija de Mariquita Lezcano que vivió con su tío Nicolás Lezcano en la casa conocida por la del cura me contó que Antonio el Pinto murió en los alrededores de la Plaza.

Pasando de la esquina de la casa solariega de Don Nicolás Díaz, cuando vivía su padre había una verja, adornaba el pasillo con maceteros de flores sobre los pretiles de piedra  y enredaderas recordando aquel rosal blanco  y celeste que trepaba el elegante balcón trasero que daba a las dos araucarias y al menos cuatro ejemplares de árboles, dos laureles de indias, un framboyán, un drago, y salpicados unos hibiscos y geranios, todo el verdor y color cobijados y escondidos tupen la zona, observándose hoy al pasar si miramos con esa intención. El pasillo trasero de esta casa era  alfombrado formando unas estrellas de forma artesanal y artístico con piedras de barranco de colores, negras, pardas, verdes, rojas, amarillas y que Don Nicolás hijo en mis tiempos lo hormigonó,  tratando  de convencerlo (tengo unas fotos que mantienen esa imagen hoy enterrada)

A un lado del pasillo pasaban las aguas casi continuas para la finca del Betancor y alrededores, viendo lavar a Maria Casilla aprovechando la ocasión, aunque tenían en un cuarto grande  dos  piletas creo recordar, en aquellos tiempos pocas gentes las tenían.

Tengo que contar por suceder en el mismo paraje lo ocurrido en la acequia Las Caballerías que baja el Callejón por la margen izquierda y que se ve tapada con piedras, sucediendo un lamentable accidente hace unos 75 u 80 años al ir a buscar aguas Carmela  con su sobrino Antonio, hermano de Tonono el Blanco, (al cual le pusieron en mismo nombre), cuentan que el niño no venía detrás, un pescador llamado Mariano que subía el callejón vio como salía el agua mas abajo y era que al trabarse el niño, se había ahogado.

Imaginar nada mas bajar escuchar el susurro de las aguas tanto a mano izquierda como a derecha donde aun existen las cañas indias ( muy solicitadas para la pesca en aquella época recordando a los Tenoyeros con las largas cañas rumbo de la costa y regresar)  pudiendo entrar al no existir puerta como se ve hoy, nosotros copiamos las pencas con las púas para bromear, a pocos metros esta casi a ras el estanque redondo, de noche parecía el reflejo en miniatura de la misma luna que se miraba como un espejo, dentro había otra puerta para el peligro por un lado una entrada con acceso a un pasillo vallado ó patio donde estaban los patos en un ambiente de lujo con sus casetas de mampostería y de madera con unas rampas, escuchar sus cantos monótonos y movimientos al  caminar y balancear, con sus bellos y coloridos plumajes, picos elegantes, viéndolos nadar plácidamente dejando el corte ondeado de las aguas, era una delicia.

Todo esto se vivía al ruido del paso de las mulas en sus trajines agrícolas, los mayores a su faenas y niños, unos a buscar la lecho otros a bebérselas con gofio en tazones en los mismos alpendres,  el ir y venir a la fuente de Casa Ayala o a la mina de Mastro Isidro, estos muy pocos o cuando había cola en la fuente, los que venían de los trabajos, factorías, del  muelle incluso algún estudiante que cogía la guagua “La Aburrida” en El Carrillo, otros cargados con comidas para los animales,  recordando cuando íbamos a jugar y ver los partidos de fútbol en Casa Ayala en un estanque de barro, el de La Costa junto al mar con cuidado no cayera los balones desde aquel acantilado donde había una bajada mala para camiones para sacar arena  y cuando eran las fiestas del Pueblo los vecinos de estos sectores acudían caminando a las famosas fiestas de Tenoya escondiendo o dejando en casas los zapatos viejos para el regreso y sin olvidar los pescadores casi a diario a los que vi venir hasta descalzos con la cestas. (los gatos los olían desde lejos porque antes le echaban algunas cabezas, tripas  y desperdicios)

Ya bajando donde continuaban los jardines de Don Nicolás a unirse con la otra casona con pasillos de parrales, árboles frutales, y animales como dije anteriormente, las varias clases, morales, higueras sapotes, aguacateros, nispereros, acebuches, granaderos, flores, donde abundaban los geranios, los claveles, los rosales que parte se mantienen, con su huerto, antes  todo un vergel o un paraíso en miniatura, esta casa señorial, elegante típica y pintoresca aun se le unía mas belleza, cuento hoy unas veinte palmeras que parece que la defiende y la protegen.  Contemplar esta estampa desde otro punto o de cerca, cuando se llega al repechón conocido por el de  Mastro Isidro ó del lugar de la báscula, plazoleta y cuarto donde se apilaban los racimos y se pesaban.

El bajar y subir por el callejón me ha dejado muchos recuerdos, cuando iba a las tierras de mi madre en  Caña Honda desde niño arrastrado  junto a mi hermana a las sacadas de papas y algunas visitas familiares,  ya mas grandito en tiempos de las frutas iba solo,  incluso cargando grandes cestas de uvas para la tienda de Los Cardonas y que por cierto descansaba en los muretes y retalles del camino,  llegando a este banco  y como meta los de la Ermita que consideraba mi respiro llegar a mi Pueblo, ya mas liviano llegué a traer rama de papas, millos con un solajero que me cortaba las hojas el cuello, hoy me marcho como llegué dejando el silencio pero si en mi estancia volví a gozar como les relato de los que trato de trasmitirle desde este rincón, los ruidos olores y ajetreos.           

En mi estancia contemplaba en mi imaginación la bella zona agrícola en toda su extensión, escuchaba  las herramientas manuales agrícolas hasta los latidos estremecedores  de los pozos y los azotes y caricias de la mar.

Tino Torón

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Comentarios   

0 #3 tere travieso 12-02-2012 16:19
Muy bonito,me gustaria leer una historia de brujas
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0 #2 domingo 03-11-2011 13:49
al señor tino toron
mi enhora buena por lo que haces por tu pueblo haber tino si te acuerdas tambien algun momento de la almatriche de tenoya de sus gentes antiguas de sus primeros vecinos uno auno te lo agradeceria mucho muchas gracias tino
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0 #1 Juan Francisco Santana Domíngu 19-09-2011 20:37
Mi queridísimo amigo Tino Torón.

Me he llevado una grata sorpresa al poder leer este trabajo porque, para mí, es toda una novedad. Un abrazo enorme y mi felicitación por aportar este extenso e interesante artículo que nos hacen soñar y vivenciar otros momentos.
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