×

Advertencia

Uso de cookies - Unión Europea

En esta web usamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés.

Ver la Directiva sobre la privacidad y las comunicaciones electrónicas

El uso de cookies ha sido rechazado.

El día 25 de Junio de dos mil  diez viernes, me da por visitar el Morro Cangas  bajando por la Acequia de Cabrera, pasando por el lindero de Martinito Afonso y la Finca de la Hoya, atravesando un cañaveral con dificultad por el abandono, caídas de taja-vientos y piedras de difícil acceso ya que en sus tiempos era una bajada muy frecuentada, siguiendo un tramo del barranquillo, subiendo la ladera entre pitas y tuneras sorteando el camino entre veredas que hacen los cazadores.

En mi travesía solo escucho el ladrido de perros, algunos majaderos, el canto del  gallo, el valido de animales que descubro en la zona,  pájaros y ruidos de conejos ante mi presencia.

No son ni las nueve de la mañana cuando tomo la cima guiándome por las campanas de la Iglesia en un día fresco, encontrándome una nueva Cruz que mira a Caña  Lagarto (Cañada del Lagarto) y Cuevas Blancas distante de la otra a unos cinco metros que amaneció el día tres de Mayo (día de la Cruz) de este mismo año, desde mi casa la divisaba a pesar de su color madera barnizada, puesta por Juan Carlos y Conrado, hermanos y vecinos del lugar, va camino de convertirse en un Calvario.


Ante el acontecimiento, de cerca dos gaviotas revolotean a baja altura, parece que con su canto  y lenguaje me protegen o tal vez es mi confusión y defienden ese espacio coronado, una de ellas quiere posarse en una de las cruces, pero mi presencia lo impide.

Al recrearme en tan bello paisaje hoy desolado de mi Pueblo, al que le doy mi primera mirada o saludo, mientras mi vista inquieta gira hacia el mar viendo dos barcos que se cruzan y saludan.

Desde aquí el mar se une con el cielo, de lejos parece que puedo caminar sobre él, unas nubes cercanas lo techan en esta mañana fresca, como si estuviera volando desde lo alto al Valle, observo a mis pies La Adelfa, detrás el Espigón y mas bajo se asoma Risco Quio, Casa Ayala queda escondida de esta visión, llegando a Tinocas, que mira al mar, con sus colores ocres y amarillos destellando unas pintas rosadas y verdes de sus casas.

Desde aquí se ve como Pico Negro la protege con su manto y en lo alto la zona industrial de Montaña Blanca.

Mi mirada gira hacia Ladera Alta, este espacio que solo vi dos casas caminan con nuevas construcciones a unirse con Los Giles, pero antes de seguir mi vista se para y posada desde aquí en el Lomo de este Morro, veo como sus casas de auto-construcción se empezaron de saltos en saltos hasta poco a poco unirse, sentado en el pedestal de la cruz vieja, miro la nueva como si fuera el punto de mira que cae en las edificaciones que destacan, pintadas de verdes, lilas y amarillas ya que el resto quedan la mitad pintadas y el resto con el cuerpo de su piel apiconado en bloques gris cemento.

En el rellano aparecen como posadas en una explanada en cadenas de casas amarillas y sus tejados rojos, desde aquí le vallan en parte una vegetación frondosa de árboles que dan a la espalda, no dejo atrás las casas conocidas por la de Bautista, a unos cien metros largos de aquí, una de tejado y otra de techo liso que le hacen un pasillo o patio en el medio, la veo en ruinas y como un palomar natural gigante, allí viven y anidan hoy eligiendo el mejor lugar,  aun resisten al tiempo unas enredaderas  y troncos que le sirven de testigo, lo que fue en sus tiempos un lugar de lujo, en su entrada se aprecia una era y un coche viejo que estropea la estampa. Esta casa esta en el lomo contiguo protegiéndola por ésta, parece al lomo de una ballena salida de los mares teniendo vistas a su alrededor, desde sus ventanas u ojos aún se ven cuadros a través unos desolados y otros alegres, también tiene una cueva lindante, me distraen las palomas que llegan al estanque y girándome a mis pies diviso Cañada del Lagarto que como una y griega silueteada por sus calles, se abren dejando un espacio vacío.

Me resaltan con sus casas dispersas los coloridos en su pureza del rojo teja, verde platanera y el resto difuminados entre amarillos variopintos y rosados, seis palmeras hermanas se alzan en la casa de Juan Carlos y unas chozas y manchones dispersos, rompo mi relato cuando veo ahora bajando la guagua como si me guiara o viajara en ella, toca la pita en lo mas peligroso despertando a los dormilones a esta hora, destaca desde aquí como un animal gigante.

Elevo la vista a las montañas como pasando la mano en su silueta, observando que esa  vaquería que parece un fuerte abandonado, vestido a un lado por el verdor agrícola, unas casas y unos invernaderos rectangulares y largos parece como sábanas tendidas.

En mi pausa cambio de asiento, en este mismo pedestal de la cruz, veo venir dos perros solitarios, uno canelo y  otro negro y blanco, van a su aire y veo como uno espera por el otro, no se si me vieron de lejos o son sus paseos frecuentes pues veo que  conocen el camino, siguiendo de largo.

A la mitad de la ladera miro a Cuevas Blancas desde aquí nueve o diez cuerpos de construcción unidos en fila con sus ventanas traseras abiertas a Tenoya, al pie de su ladera o vertiente una manchón verde irregular, en lo bajo como enmarcando un cuadro pinto los cercados en producción de Juan Carlos y sus hermano Conrado, desde aquí dos tanques de barro unidos divididos como dos pechos huecos y secos, que no amamantan la agricultura, en uno de ellos resalta en su fondo un tarahal y al lado, a orillas del camino dos Palmeras a cada orilla, como guardias, los tanques fajados por sus terraplenes, en sus pies  sin perder tierras se forman las alfombras de sus plantaciones, parece que ha sido un momento ideal para visitar dicho lugar, a orillas del barranquillo se alza una palmera solitaria de unos ocho metros de altura o mas, me llama la atención los cercados peinados con sus surcos como si fuera mi misma libreta, un hombre agachado camina lentamente palmo a palmo mimando las cosechas, cuento unos ocho paños verdes entre lazados y peinados en diferentes sentidos, rompen y destacan el árido paisaje de los alrededores donde se ve los cercados abandonados,  alegrándome que hay un cercado labrado en espera de plantarse para vestirse igual a los demás.

Me paro en estos momentos viendo la Cañada del Lagarto y Cuevas Blancas, pidiendo que esta zona solo utilice el color blanco. (Cuevas Blancas, Barrio Blanco)

Como un cazador observo y de repente veo subiendo el barranquillo en unos cercados a unos niños jugando con un perro, como si fuera un campo de fútbol se recorren todo él, es para mí un espectáculo, sin cansarme y vienen hacia abajo un ganado de vacas  que se agrupan en un recinto, he tenido que llegar hasta aquí para descubrir lo que la montaña me ocultaba tras del Pueblo.

Cuevas Blancas esta separada y formado por dos núcleos al día de hoy, el descrito antes y este situado desde la barranquera, asomándose tímidamente como queriéndose ver el uno al otro, este cambia de colores poco veo de el desde aquí, pero en los alto la línea unida de la explanada de Los Giles  que miran a Tenoya, me parece mentira mas a aquellos Tenoyeros que trabajaron en el piel de su suelo en los tomateros, hoy edificaciones de casas con una linde verde en parte de árboles  que les hacen mas prosperas.

Que casualidad, veo los perros de regreso cuando cambio de postura, desde aquí, separada por el estanque a solo cuarenta metros, la casa que también vi habitada de Tomasito y su hermana, hoy en ruinas, parte o mitad de su techo yacen en el suelo, fue a raíz de aquel día que le prendieron fuego, a un lado, se alza como vigía una palmera, la que la hace más pintoresca, quiero recordar como si estuviera habitada……….. viendo venir a Tomasito y su hermano Miguel con la lechera, éste vivía en Tenoya, por las tardes camino de las Pitas que se abren entre pitones alzados como trofeos y otros recostados en su vejez haciendo la reverencia en el agotamiento de su vegetación, al seguirle sus pasos desde mi casa a veces se perdían, volviendo a salir entre ellas.

En su construcción antigua le resalta su horno y realizados de piedras vistas, cocina, baño y chozas aledañas, solo mira una ventana a Tenoya, me adentro en el barranquillo y veo movimientos de vida en ese paraje desigual, al pie y en el fondo unas cuevas artificiales que miran con ojos oscuros como túneles, resaltan al menos cinco, a sus pies zona agrícola que la hacen vida y en lo alto la zona Industrial de la Cazuela, sus formas y colores le dan sentido, hay puertas cerradas, todo queda dentro como si durmieran aunque sea por instantes.

Lo mas cerca que tengo en esta mirada lateral es la casa de Pepe Guerra, antes de los Montesdeoca, una nave que fue granja de piel de bloques y una arbolada frondosa pronunciada la protegen, solo su color rosa y un cuarto blanco resaltan, bajo los árboles que tupen sus tajamientos con sus huecos calados, unas buganvillas de color morado, a la vista tres que resultan como floreros, mientras casi unidos se sigue un largo tajavientos uniforme, aún se mantiene de lo que fue una finca con unas casas que le continúan, parecen escondidas y envejecidas, un estanque y un torreón en su lomo, detrás y al fondo unas montañas que le dan vida al paisaje, van desde menor a mayor subiendo la isla, es la montaña de San Gregorio donde lamentablemente rompen el paisaje, a un lado de esas edificaciones una silueta amarilla en forma de guitarra, es un deposito de aguas de abasto. Observen como en esas montañas aparece un pecho con su pezón que se alza como manantial natural de la vida

Sigo mi camino,  me destaca el nuevo puente recién construido con sus cuatro pilares parece desde aquí un acueducto que se quiere tragarse el Lomo de la Viuda, hemos visto dos gigantes mordidas en las montañas en un paisaje natural que parece que herido sangran y se reciente en su interior, ó es lo que el ser siente. Mi vista regresa desde lo alto del cementerio sin dejarla enterrada, contemplo el Lomo de la Viuda en parte camuflados de muchas casas sin encalar, parándome en todo mi Pueblo en cada casa, entrando como el  mismo sol y el aire,  saludando a todos mis vecinos (un abrazo) recordando como era y es.

Bajo por el Lomo de San Pedro llegando por ese camino hasta la Ermita, desde este camino las casas unas me dan la cara, otras me dan la espaldas,  pero todas con ojos risueños, todas ellas tienen su encanto, quiero descubrir algo nuevo pero todo, todo queda dentro de mi.

Desde aquí veo como Tenoya ha crecido en lo mas alto como si quisiera tocar el cielo, detrás las montañas de Santidad Alta las mas cerca, al fondo Teror que guardan desde lo mas alto y la dejan reposar.

El verdor cada día desaparece, la carretera va quedando desolada, el día 22 de Junio de este año 2010 cortaron un árbol inocente frente a mi casa, si se cortan, deberían plantarse otro o dos mas por cada, ahora los que resaltan son los de la salida del Túnel, hasta la casa conocida por la de Bautista y los de Juanito Hernández, lo demás queda salteado en espera de su ejecución, me supongo.

Lo que fue una línea continua de árboles a ambos lados como soldados desde el Castillo de Mata a lo mas alto que incluso hacían techo en zonas y donde los caminantes quedaban protegidos el sol y las lluvias, hoy en parte quedan los testigos de sus troncos. No nos damos cuenta ni voy a pasar por alto que los árboles regulan la humedad y temperatura, mantienen en funcionamiento el ciclo del agua, purifica el aires dándonos el oxigeno, nos embellecen y protegen, recuerdo de ver bajo los árboles a bastantes vecinos protegidos del sol, de la lluvia, disfrutando del canto de los pájaros etc. (cada día me veo mas desolado, mas triste y mas apenado) en ver lo que era mi Pueblo, hoy mas feo, pero seguimos queriéndolo.

Como si estuviera pintando un cuadro con el pincel verde en mis manos veo manchones en la subida del Salvial, las plataneras de Juan Goya hoy de Lolita, las tuneras bajo la casa de Álvaro, los cercados plantados de árboles frutales de Chano Macias, la finca de la Hoya, la arbolada de la finca de Curbelo, el cercado de Pedro Artiles, Las de Ignacio, las de Pepe Ojeda, pinceladas leves en la trasera del casco histórico, lo de Lalo, lo del sobrino de Antoñito Afonso, los de Falcón, unos mantos verdes de enredaderas que caen sobre el estanque también conocido por el de Mastro Isidro, las plataneras de Don Nicolás con las dos esbeltas y destacadas araucaria y las dispersas palmeras que en su terreno cuento al menos nueve y son veinte  dentro de su propiedad, detrás de ese paisaje las plataneras de Pepe Falcón, en la vertiente de Cardones, continuación del Camino de Gáldar, bajo mis pies en el barranco en lo que era de Curbelo plataneras nuevas en línea y vegetaciones varias con un nuevo estanque metálico, mi dibujo visual se eleva a la Montaña del Lomo Grande, detrás la de Arucas, siempre vigilante, a sus pies se divisan sus casas, sigo al Portichuelo viendo el peinado de arrastres de tierras rojas que quisieron borrar lo que  fue el vertedero, la montaña de Cardones aparece como la loma de un burro, el excavón de extracción de arena donde murió Fernando un hijo de Tenoya,  bajando hacia las Cueveras y el Cortijo llegando a Tinocas, donde inicié mi mirada, pero bajo mis pies el Valle de Tenoya, la finca de Curbelo, la de Cabrera, la de Don Ricardo, estos antiguos propietarios, la de los Lezcanos, la de Arevas (Arevalo), bajo un cubrir de plásticos, los viveros de Godoy en parte unas naves de invernaderos protegen plantas delicadas en sus coloridos, las viñas  de Antoñito Afonso y escondida bajo este Morro la de los Macías, hoy de otro propietario (finca del Hediondo), escucho y observo un grupo de ovejas y baifas en lo que fue de Curbelo, en un extremo un caballo  entre chozas y ganados dispersos …..(vivezas que escuche en mi camino)

Mi regreso, sobre las once  lo hago por el camino de las pitas, siguiendo a la distancia a un hombre que no pude identificar con su perro, sin perder la vista, imaginando, lo que fue en otra época de mi vida, mi Pueblo, mi Tenoya, teniéndoles que agradecer a nuestros antepasados el trabajo de otras épocas mas difíciles, para hoy rompérselas.

¿Que podemos hacer nosotros por nuestro Pueblo? ¡Luchar juntos, no unos pocos!

(Lo que relato es lo que se contempla desde ese lugar, Tenoya se ve, depende de donde la mires) ¡No te olvides!

 

Tino Torón

Escribir un comentario


Comentarios   

+1 #4 Juan Ramon 26-10-2010 10:37
Amigo Tino, desconocía esta faceta tuya de narrador, me ha sorprendido, le das un toque de saber llegar a nosotros por los pequeños detalles que describes, que hace que el lector se impregne de tu narración y parezca que te acompaña.
Un saludo y te animo a que sigas en esta linea
Citar
+1 #3 LUIS 26-10-2010 09:25
El Titulo de CRONISTA OFICIAL DE TENOYA lo tienes más que ganado, tu trabajo encomiable, y el estar siempre en todos los actos del Pueblo, te hacen merecedor al mismo, GRACIAS UNA VEZ MÁS POR EL MAGNIFICO TRABAJO QUE HAS REALIZADO.
Citar
+1 #2 Lalo 26-10-2010 07:03
Estimado Tino:
He subido unas cuantas veces al Morro Cangas y he realizado ese recorrido visual que narras.
Pero a pesar de que todo, hoy, al leer tu escrito, he tenido una visión muy diferente.
Enhorabuena por el escrito y gracias por transmitirnos "los sentimientos del paisaje"
Citar
+1 #1 FRANCISCO 25-10-2010 16:17
GRACIAS TINO, UNA VEZ MAS POR ESTE MARAVILLOSO RELATO. POR QUERER COMPARTIR TODO TU SABER CON TODOS NOSOTROS.
GRACIAS POR SACAR TIEMPO DE DONDE NO LO HAY Y ANIMARTE COMO SIEMPRE A QUE NOS AYUDES A CONOCER NUESTRA HISTORIA DE TU MANO.
DE TODO CORAZON MUCHAS GRACIAS.
Citar