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13 de Diciembre de 2010

Árbol Bellasombra

A pocos pasos del legendario árbol “La Bella Sombra”, desaparecido por su deterioro y  envejecimiento natural, a unos 100 metros de la carretera que baja a las fincas y en la vuelta, se encuentra un mirador improvisado instalado por Pedro conocido también por el de los caballos o el transportista, con tres malecones que le sirven de protección, con cuatro sillones, apreciando en el suelo colillas, huellas de algunos vecinos fumadores que frecuentan la zona.

Quiero plasmar con palabras las vistas que de aquí se pueden contemplar, es muy variada, al mirar a la derecha se encuentra la casa de Fernando Medina, que me conduce la continuación del camino vallado de pitas que al cruzar la carretera se deriva y llega a la Calle Acequia hoy dos conos de peligro señalizan el excavón que se ha hecho al podrirse el tronco, el lugar hoy desolado y entristecido al faltarle su EMBLEMÁTICO ÁRBOL.  En el paisaje bajo la casa a distancia una palmera alta de unos ocho metros, parece que sale del tronco de la misma  pared, debajo el estanque hoy de Pepe Julio y Pedro, pegado y donde existían unos alpendres,  reluce una edificación nueva vestida con tipismo rural, en lo alto y finca lindante dos cercados vallados en contraste, el primero con cantos de Gáldar apiconados de color rojizo, el segundo con cantos amarillos de la cantera de San Lorenzo.

Lugar donde estaba plantado el Árbol Bellasombra

Desde esta vaguada y al fondo a mi derecha lo mas cerca son las casas laterales y escalonadas que asoman de San Francisco Javier, éstas se acercan a la carretera general, ya en el fondo, las montañas de Santidad Alta, detrás las de Teror que en cordillera  parece que se unen con el cielo, haciendo un recorrido por lo que divisa mi vista por el barranco, donde destaca sobre el pozo una columna en construcción del nuevo  puente de la  autovía, debajo parte de la casa de la cruz, con cinco palmeras en la ladera y a su espalda, mas cerca las casas de La Solana de los Marreros

Mi visión reposa como en un descanso contemplando bajo de mí, la casa de Pepe Julio y en su frontal dando al barranco árboles frutales, lo mismo en parte de la espalda y bajo el estanque una pequeña y frondosa vegetación de árboles que se unen con parte de la finca de Don Juan Hernández Ramos, conocida por la de Reinaldo, hoy de Don Pedro Rodríguez.

Me llama la atención la vaquería, contemplando el movimiento y colorido de sus pelajes de los animales, al mismo tiempo escuchando sus balidos, noto que  me da tranquilidad y me estaciono por unos instantes, porque también en esta mirada y bajo de mi, observo  unos seis caballos de Pedro, entre ellos uno blanco.

Después de esta pausa veo una finca en remodelación frente a mi acondicionando sus alpendres, observando la bajada que venía desde la carretera de Cardones hoy se unen con el barranco, tanto a la derecha como a la izquierda, fincas desoladas, finca y estanque de Los Hermenegildos, (Los Marreros), la de Honorio y su hermano Ciro y debajo un pozo también abandonado donde sus instalaciones están hechas de ladrillos vistos del cal blancos entrecruzados de manera artística.

En lo alto y a la orilla de la carretera de Cardones, tras la barranquera las cuevas de Elifonso, donde lo vi vivir, mas allá la posterior construcción de casas de color amarillo, tras de ella una blanca que era Elifonso y familias y a una distancia de unos 100 metros otro núcleo de casas junto a un torreón, mas allá carretera cuelga hacia el barranco una casa de tejado que me decían que era de Doña Felisa, desde allí se divisa toda su finca.

En el Lomo Grande dejo las granjas y los invernaderos todos dos unidos uno que fuera del Capitán Marrero y el otro de Eusebio, ya camino del Portichuelo se ve unas casas blancas y detrás una de color beige.

Ahora quiero llegar desde este mirador al Moñigal, el sol ahora llega a mi espalda alumbrándome totalmente el paisaje que tiene otros motivos diferentes, cambiando el contraste, queriéndolo iniciar como dije desde mi mismo lugar, solo alongarme veo las chozas y finca conocida por la de Dionisio, hoy abandonadas y sin animales que parece que quieren hablar de su historia, le continúan los cercados escalonados y que le llaman Los Risquetes, que bajan y suben desde el barranco al camino, el estanque de Martinito Afonso, unidos a otros trozos pequeños de otros herederos, observando dentro de esta panorámica salteadas unas siete palmeras, sigo el camino que va y viene a la Bella Sombra con el acueducto de las aguas residuales lindante con paredes de piedras  y tramos desrumbados, por la parte de abajo una fila de pitas y salteados brotan veroles  hasta llegar a las casas que desde aquí bajan a la Gallera, esta solitaria y misteriosa.

Bajo el estanque ya nombrado, la casa de Tito y en la misma vertiente observo la vegetación agrícola que se une con la de Margare, su hermano Suso y familia, cruzo el barranco y observo las de Doña Felisa, unas en invernaderos  y otras al aire libre, mas al fondo las de Pepe Falcón, las dos las distinguen sus casas, en este paisaje cuento al menos cuarenta palmeras que con su elegancia la embellecen a este jardín natural.

A orillas del Camino Gáldar se ve a una banda una fila de casas blancas de Domingo el del Barranco y al otro lado colgadas las de Saro la de Martín y familia, ahora solo me falta llegar desde el Portichuelo, al mar descrito en otras miradas, donde asoma un grupo de casas de la Dehesa y la corona de la montaña de Cardones, sigue mi mirada bajando por lo que fue el vertedero, Las Cueveras  hasta llegar a Pico Negro asomando en lo alto unas edificaciones industriales de Montaña Blanca, divisándose un ángulo pequeño del admirado mar.

Me despido desde este improvisado balcón con nostalgia pues llegue a ver hasta el último rincón escalonado y pendiente plantado y mas vivo, continuando mi camino, mirando y uniendo la tierra el cielo y el mar, siguiendo de regreso la vereda, al que le llamamos Camino La Bella Sombra, llevándome en mi mente una estampa actual de la cual les relato.

Tino Torón

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